La gente anda diciendo que el “efecto electoral” ya no es solo anécdota: se volvió punzazo. Milei sufrió una derrota contundente en la provincia de Buenos Aires: la oposición lo aplastó con 47 % contra 34 %, y los mercados respondieron como si esperaran lo peor. Bonos que se desplomaron, riesgo país que se dispara, reservas que sufren. Lo que para algunos era ajuste se volvió incertidumbre.
Se escucha que el escándalo de las coimas ligadas a Karina Milei ‒los audios, las denuncias de retorno del “3 %” en contratos farmacéuticos de ANDIS, los allanamientos de propiedades de lujo y oficinas estatales‒ ya no es tema de murmullos sino de portada internacional. Medios como Wall Street Journal y Financial Times critican que el Gobierno ha convertido a su hermana en figura central, pero con sombra.
La gente anda diciendo que intentar callar no pudo más que avivar la hoguera: la censura previa de audios, la amenaza abierta a periodistas que difundían lo denunciado, evidencia clara de que el poder ya no confía en su discurso, sino que teme su propia filtración.
También comentan que esta semana Milei lanzó su presupuesto 2026 ante el Congreso con un gesto raro de moderación: subidas del 5 % para pensiones, 8 % para educación, 17 % para salud (por encima de la inflación), como diciendo “¿qué parte del castigo no entendían?”. Pero los especialistas ya advierten que esas cifras parecen un maquillaje frente al deterioro real que sienten los jubilados, los chicos que no tienen escuela, la ciencia que se muere de a poco.
Se dice que la población ya está demasiado cansada de promesas: una encuesta reciente mostró que el 60,9 % de los argentinos considera que el país va por el camino equivocado, y que la desaprobación de Milei llegó al 61,6 %. Esa caída en imagen no es solo política, es social.
Dicen que el dólar volvió a romper la banda de flotación en momentos de tensión, que el Central tuvo que chambear fuerte para contener la depreciación, y que los bonos siguen haciéndole la contra al Gobierno, con pérdidas de hasta 14 % según reportes extrapolados.
La gente anda diciendo que mientras la dirigencia oficialista anda con reuniones flashy, discursos nacionales e imágenes internacionales, las urgencias siguen en los barrios: educación con aulas precarias, discapacidad abandonada, salud pública al palo, jubilados que no llegan a fin de mes. El presupuesto puede prometer algo, pero las facturas ya llegaron.
Porque ya no alcanza con discursos ni con media apertura de caja fiscal: el país pide coherencia, transparencia y castigo efectivo. Dicen que si Karina estaba con el 3 %, la derrota de 13 puntos no es solo resultado electoral, sino aviso que el pueblo no tolera más impunidad ni privilegios.
Que gobernar no es hablar en cadenas nacionales, sino escuchar en los hospitales, en las rutas inundadas, en las escuelas sin gas. Y que esta semana el país habló claro: quiere futuro, quiere justicia, quiere que los coimas de la oficina no pesen más que los reclamos de quienes trabajan, sufren y aman esta tierra.